Un Paso más hacia la España Bananera

La calidad democrática decae en una alocada carrera hacia el desastre más absoluto. Pedro Sánchez ha convertido la política y la sociedad española en un ridículo vodevil. El pasado día 3, durante la sesión de ratificación de la escuálida reforma laboral, Meritxell Batet, presidenta del Congreso, autonombrada directora del desprecio parlamentario fulminó la escasa credibilidad que le quedaba, no sólo al gobierno de Sánchez, sino al país entero.

La expresión peyorativa “país o república bananera” describe aquellas naciones, repúblicas, o estados, políticamente inestables. Sus dirigentes políticos demuestran características partidistas, totalitarias y dictatoriales en su forma de gobernar. A nivel económico, estos países, suelen ser considerados industrialmente atrasados; empobrecidos, tercermundista, altamente dependiente de algún lobby o entidad económica foránea. O de varios al mismo tiempo. Sus gobiernos y gobernantes, llevan a cabo una política corrupta a costa del bienestar de los ciudadanos.

En una sesión desconcertante y bochornosa como nunca se había visto en el parlamento español desde 1936, la presidenta del Congreso, Meritxell Batet, de motu propio, e ignorando la imparcialidad que el cargo le impone, decidió obviar la petición de audiencia del diputado del Partido Popular, Alberto Casero. Este diputado deseaba utilizar la norma parlamentaria que le permite modificar un voto emitido por vía telemática, antes del comienzo de la votación presencial.

La indigna comedia tuvo como improvisados protagonistas a García Adanero y Sergio Sayas de UPN, y a Alberto Casero del Partido Popular. Seguramente, éste último, crédulo como buen militante popular, creyó estar en su derecho parlamentario para modificar su voto telemático. La Reglamentación del Congreso así lo ampara. En cuanto a los diputados de UPN, cometieron el gravísimo error de “votar en conciencia”. Terminantemente prohibido para toda “partitocracia” como la española.

En 2020, bajo la misma presidencia de Meritxell Batet, ya se dio un caso similar al de Casero. Entonces fue resuelto sin dilación alguna a favor del diputado solicitante. Pero Alberto Casero, quizás obnubilado por su enfermedad, olvidó tres cuestiones de máxima importancia para entender este vodevil dirigido por Batet. Primero, la presidenta del Congreso viene demostrando un acatamiento muy partidista de las leyes y los reglamentos cuando puede ser perjudicado el Gobierno, el PSOE, Podemos, o los socios separatistas de Sánchez.

Segundo, el diputado agraciado en 2020 con la misma medida que Casero enarbola durante la votación del citado día 3 de febrero, pertenece a Podemos, y no a la parte “facciosa” del Parlamento. Y Tercero, la escuálida reforma de la legislación laboral debía salir victoriosa a cualquier precio para mantener el juego de trilero callejero que lleva a cabo Pedro Sánchez con las autoridades bancarias y económicas de Bruselas.

Las intrigas palaciegas, falsedades y enredos, típicos de este gobierno de coalición han incluido en esta ocasión el chantaje característico de la piratería de los siglos XVI al XVIII. Llevado a cabo contra la dirección de UPN, lograron la promesa de su voto afirmativo de la modificación laboral. 27 millones de los fondos europeos y la retirada de la moción de censura contra el alcalde de UPN en el ayuntamiento de Pamplona fueron las flamígeras espadas utilizadas para lograrlo.

La petición de rectificación del diputado popular, como ocurrió en 2020, debería haber sido trasladada, atendida y estudiada por los miembros de la Mesa del Congreso. Según el punto sexto de la Resolución la Mesa de los Diputados, de fecha 21 de mayo de 2012, por la que se regula el voto telemático de los diputados, así debería haber sido. Pero el vodevil del enredo parlamentario estaba en su momento culminante, y una mentirijilla más de la presidenta Batet podría salvar el honor de la ministra Yolanda Díaz, y del comediante, metido a empresario teatral, Sánchez.

La decisión de Meritxell Batet de no convocar la Mesa, después de mentir a Cuca Gamarra, portavoz del PP, afirmando que ésta, la mesa, había tomado una resolución sobre «la cuestión técnica que me va a plantear», ¡¿sin reunirse?!, ha dado un giro imprevisto. De hecho, puede llevar a la presidenta del Congreso ante los tribunales por prevaricación, en caso de que la denuncia presentada en los juzgados de Madrid, el pasado día 4, prospere al margen de las solicitudes de amparo a la Mesa del Congreso y al Tribunal Constitucional, anunciadas por el PP y Vox.

El resto de los actos de vileza política que pudo contemplarse durante la jornada forma parte de las características del vodevil sanchista. Las carreras al puro estilo de los Hermanos Marx. Las suplicas nerviosas de audiencia. Las llamadas telefónicas no atendidas. Las prohibiciones de entrada al hemiciclo del diputado Casero. Los sustos y los desconciertos ante la declaración de «revocación» y posterior «aprobación» del Real Decreto, cometido por la propia Batet.

Escenas vividas que, no sólo, forman parte de la farsa del vodevil socialista, sino de la tónica implantada en la vida social y política con la era renovadora. La música de fondo incorporaba letras capciosas de falsas acusaciones de compra de diputados de UPN, que mitigaron el silencio impuesto al chantaje sufrido por la dirección del mismo partido.

Los errores humanos o informáticos, que Batet se niega a investigar desde el seno del Congreso, tienen poca importancia ante tanto desprecio legal. La imagen de un Pedro Sánchez, indudablemente conocedor previo de la trama teatral, llamando a la calma de sus vicepresidentas Calviño y Díaz, se ha convertido en la negra bandera pirata que ahuyentará a los inversores y empresarios que deseen afincarse en España.

Los pucherazos y la manipulación política forman parte de la pantomima diaria del actual gobierno. En este enrarecido ambiente la pérdida de la escasa credibilidad de las instituciones nacionales a nivel internacional, carece de importancia. Y sobre todo, ¡qué importa la credibilidad de un país como España! Cuando está en juego la búsqueda de la nueva pobreza reformista. Para distraernos, a falta de Franco o el Valle de los Caídos, Pedro Sánchez tiene la baza de las mascarillas, para adornar el sendero hacia la “España Bananera”.

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