Argelia, Un País Fiable ¿y España No?

Por mucho que la ministra Calviño considere a Argelia como «nuestro cliente», lo cierto es que España tiene una conflictiva relación clientelar con el país argelino, y no al revés. Así, hasta hace pocos años, el título del artículo hubiera asombrado o recibido una rápida respuesta negativa. Pero hoy día vivimos tiempos convulsos, en el que las relaciones internacionales y la diplomacia española han dejado de basarse en la confianza y la credibilidad entre Estados aliados.

La ministra de comercio, María Reyes Maroto, declaró hace días que «Argelia es un país estratégico desde el punto de vista comercial». Siendo esto verdad, ignoró que, es mucho más importante nuestra dependencia sobre la seguridad con el Magreb. Teniendo en cuenta lo anterior, ¿Cómo explicar que ese gobierno tan «estratégico» para España, haya roto sus relaciones diplomáticas y cancelado los acuerdos comerciales que manteníamos con los argelinos desde hace decenas de años?

Tratando a la población española por jóvenes imberbes fácilmente manejables, la vicepresidenta primera del Gobierno y ministra de Asuntos Económicos y Transformación Digital, Nadia Calviño, durante una reciente entrevista en Catalunya Radio, manifestó que la suspensión del Tratado de Amistad entre Argelia y España se debe a que el gobierno argelino esta «cada vez más alineado con Rusia» en la guerra que mantiene Putin contra Ucrania.

La ministra mantenía esa absurda cantinela del gobierno por la que todos los errores comerciales, económicos y de relaciones internacionales se producen por la guerra de Ucrania. Pero la guerra no puede justificarlo todo. ¿Acaso Vladimir Putin, ha regalado el Sahara, aún español, al rey Mohamed VI de Marruecos? El culpable es Pedro Sánchez, su soberbia y la metedura de pata con la entrada ilegal, a hurtadillas, en España de Brahim Gali, líder del Frente Polisario.

El polifacético dramaturgo británico, Peter Alexander Ustinov, aseguró que el cargo de diplomático se había convertido en «un jefe de camareros a quien, de vez en cuando, se le invita a sentarse». Por desgracia, con Pedro Sánchez, y sus continuas decisiones totalitarias, nuestros diplomáticos no llegan siquiera a la categoría de «jefe de camareros». Se les obliga a actuar como bufones de la corte progresista.

José Manuel Albares, como ministro de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación, aseguró que el gobierno argelino «es conocido por ser un socio fiable, un suministrador fiable». Palabras que hacen más injustificable la traición llevada a cabo por Sánchez contra Argelia, apoyando a su enemigo tradicional, Marruecos.

Para el gobierno «todo va bien». Pero la realidad es que, durante el mes de mayo pasado, tras el cierre del gaseoducto que pasa por Marruecos, procedente de Argelia, el suministro de gas se redujo a la mitad respecto a las mismas fechas de años anteriores. El propio presidente Sánchez, alejándose de las consignas alentadoras de su ejecutivo, llegó a admitir, durante el pasado mitin para las elecciones andaluzas en Málaga, que «Argelia está presionando a España».

Con esta premisa, cabe preguntarse si también Marruecos está presionando a España, y porqué. La respuesta es bien sencilla. Marruecos no presiona. Mohamed VI y el gobierno marroquí, directamente amenaza y coacciona reiteradamente a Pedro Sánchez. La duda estaría en conocer las razones que se nos oculta a la población.

Que dichas razones se deban al móvil pirateado del presidente del gobierno, o por los acuerdos comerciales de Begoña Gómez con empresarios marroquíes aparecidos en varios medios de comunicación en las últimas semanas, está aún por demostrarse. Pero sin duda alguna, Marruecos, como ocurre con Cataluña y País Vasco, España y los españoles pierden independencia, solvencia y credibilidad.

El arte de tratar las relaciones entre dos o más estados forma parte de la diplomacia y las relaciones internacionales. Relaciones que, desde la antigüedad, han demostrado estar sustentadas en la sinceridad y la confianza mutua entre diferentes países. Con Argelia, Pedro Sánchez ha jugado peligrosamente al juego ambiguo típico de la modernidad progresista que sólo piensa en el hoy y ahora. Pero la diplomacia si por algo se caracteriza es por mantener “normas éticas” ancestrales que deben permanecer casi inalterables en el tiempo.

Como consecuencia, el presidente Sánchez, ha quemado los pocos barcos de la sinceridad que forman la base de la auténtica relación internacional. Y con ellos, el futuro energético y de seguridad de los españoles respecto al Magreb, se hunden en las pantanosas aguas del descrédito. Amén de colocar a los españoles en la picota del escarnio.

En cuanto a la esperanza y la seguridad que lleva implícita toda relación de confianza, se han visto pisoteadas y ninguneadas cuando más falta hace a los ciudadanos de nuestro maltrecho país. Un auténtico varapalo que hace más difícil aún la lucha contra la crisis económica que, se anuncia, será larga y amarga.

Para el escritor y psiquiatra Enrique Rojas, la diplomacia debe ser «mano izquierda, habilidad en el trato, artesanía de las relaciones humanas, saber hacer, cortesía, tacto, saber callar a tiempo y conocer cuándo se debe hablar…». Los gobiernos que se muestran incapaces de demostrar respeto por sí mismos, por el país al que representan, o por sus ciudadanos, difícilmente mantendrán los compromisos legítimamente adquiridos por sus ejecutivos, y mucho menos por los anteriores, aunque sean de su misma ideología política.

A tenor de los hechos acaecidos con Argelia y Marruecos, Pedro Sánchez, con su ejecutivo multiforme en pleno, han obviado todas y cada una de las recomendaciones de Rojas. Y de paso, han convertido a España en un país “nada fiable e inseguro”, en el que las obligaciones adquiridas duran el tiempo necesario para cambiar de opinión y romperlas.

(Publicación original en El Día Digital, 24/06/2022)

Deja un comentario