La España de las “Paguitas”

Huelgas en el transporte por carretera. Huelga en defensa del campo. La flota pesquera amarrada. Amenaza de huelga de los colectivos del taxi, las ambulancias, las peluquerías, y los inspectores de trabajo. Todas abocadas al fracaso pues, Pedro Sánchez, cuenta con UGT, CCOO y las patronales como ariete desestabilizador de las huelgas, gracias a las “paguitas”.

Diferentes países europeos comenzaron a tomar medidas directas contra la crisis energética y la subida de precios hace semanas. El gobierno español juega a la rueda de la fortuna repartiendo la calderilla que se le cae de los atiborrados bolsillos gracias a una recaudación que nunca pudieron soñar los partidos del ejecutivo frankenstein.

Como buen socialista, Pedro Sánchez, endeuda sin medida al Estado mediante la aprobación de un sinfín de “paguitas temporales”. Estas, deberán ser reembolsadas por la vía de la invención de nuevos impuestos en las próximas legislaturas, pero esto poco importa hoy. Futuros gobiernos deberán hacer frente al problema, pero que estos sean socialistas, comunistas, independentistas, o de la ultraderecha “pepera, poco importa a este ejecutivo, que sólo tiene miras y soluciones ingeniosas cortoplacistas.

La ingeniera social aplicada en España durante las últimas décadas ha logrado convertir al fiero toro nacional en un osito de peluche que permanece adormilado al calor de los festejos subvencionados y las “paguitas” de fin de semana. En esto, PSOE, Podemos, PP y los independentistas, no tienen confrontaciones. Las diferencias entre ellos podrán ser posturales o ideológicas, pero se abrazan como buenos hermanos de armas en pos de los mismos objetivos.

En 2020, el diario digital Voz Populi publicó un análisis de Francisco Núñez, en el que se denunciaba que los PGE de entonces contemplaban un gasto superior a los «122.000 millones de euros en concepto de subvenciones», sólo para «autonomías, ayuntamientos, empresas públicas y privadas, organizaciones, colegios profesionales, academias, ONG o fundaciones de todo tipo».

Medidas que, Núñez considera, «sólo merecen el calificativo de sorprendentes, superfluas e improductivas». Pues bien, la previsión del gasto en estas mismas partidas para 2022 superan los 500.000 millones. Despilfarro al que habría que añadir los 21.319 millones aprobados para que Irene Montero y su sectario ministerio de “des-Igualdad”, puedan continuar repartiendo “paguitas” sin fiscalización.

Aunque la propia existencia de los “piquetes informativos” es una incongruencia en el siglo del móvil y las telecomunicaciones, su deriva violenta continúa ejerciéndose según los parámetros establecidos en el siglo XIX por las ideologías comunista, anarquista y socialista. En este ambiente, ha resultado irónico que el gobierno de Sánchez se haya sentido amenazado por la utilización de las mismas medidas de despenalización de la actuación de los piquetes violentos con el objetivo de amedrentar la supuesta “libertad de huelga”, que fueron aprobadas por el ejecutivo socialista y podemita el pasado año.

Como unos pocos denunciamos en su día, la despenalización de la violencia de los piquetes por PSOE y Podemos, principalmente, ha demostrado ser un error mayúsculo. Bien es cierto que, por la cabeza de estos partidos políticos y los grandes sindicatos, no cabía que fueran a dejar de ser los amos absolutos de las calles y de las reivindicaciones laborales y sociales.

Nunca antes las “paguitas” habían sido tan cuantiosas e improductivas como hoy día. Y, a pesar de ello, los partidos, sindicatos y colectivos de la izquierda se equivocaron de plano y la calle ha dejado de ser su “manifestódromo” privado. Dichas “paguitas” abarcan a todos los sectores productivos, políticos y sociales. Incluso los más impensables participan del festín marisquero, como ha quedado demostrado durante las actuales huelgas de camioneros, de pescadores o del taxi.

Realmente el gobierno ¿no puede bajar los impuestos? Indudablemente Sí. Pero estas rebajas impositivas serian acosta de un sustancioso recorte de las “paguitas”. Y esto, sí que sería imperdonable en el mundo de la progresía de izquierdas.

Para Benjamín Tucker, fundador del diario anarquista Liberty en 1881, las huelgas demuestran que la gente «empieza a conocer sus derechos y, conociéndolos, se atreven a mantenerlos». Hoy día, tal afirmación ha quedado obsoleta. Incluso ridícula si tenemos en cuenta la actuación de los nuevos visionarios subvencionados de la izquierda.

Tucker, desde su ideología anarcoindividualista, nunca pudo imaginar que, rozándose una inflación cercana al 10% y un déficit en los PGE del 120%, los gobiernos, la población y los trabajadores, con los sindicatos al frente, se mantendrían mudos, sordos, y bien quietecitos gracias a los festejos, los manjares, las mariscadas y las “paguitas” subvencionadas que disfrutan esos sindicatos abrazados a la patronal y en connivencia de una parte importante de la población.