EL Fin No Justifica los Medios

En 1532, vio la luz impresa la obra más conocida del polifacético Nicolás de Bernardo de Maquiavelo, bajo el título de El Príncipe. Alzado a los altares de la leyenda urbana por quienes no se han molestado en leerlo detenidamente, es más conocido por la sentencia: «El Fin Justifica los Medios” que por la crítica del poder absoluto o la defensa a ultranza que hace del Estado.

Quien ha sido considerado padre de la tergiversada «Ciencia Política», Maquiavelo, en realidad no ideó dicho título para la obra y tampoco escribió ni, que sepamos, afirmó que «el fin justifica los medios».

Por la correspondencia que nos ha llegado se conoce que una versión de su obra más conocida, El Príncipe, fue distribuida previamente en 1513 bajo el título en latín “De Principatibus” (El Liderazgo).  Tras el fallecimiento de Maquiavelo, la obra fue publicada con permiso del Papa Clemente VII bajo el título que ha pasado a la historia.

Con su argumentación política, Maquiavelo, pretendía producir el cambio en el comportamiento de los Medici de Florencia. La influencia de esta familia abarcaba desde varios Papas del Vaticano a las casas reales de Francia e Inglaterra. Por otro lado, los postulados criticaban el pensamiento, la retórica y el estilismo del filósofo romano Marco Tulio Cicerón.

Maquiavelo también escribió contra el poder absoluto de los gobernantes. En este sentido, el filósofo florentino, postuló sobre una idílica república que, como le ocurrió a Platón, nunca llegó a implantarse con éxito.

Las obras de Maquiavelo han sido consideradas con el paso de los siglos como altamente controvertidas. Opiniones que, en la mayoría de los casos, no pueden ser acompañadas de verdades históricas. El supuesto aforismo entresacado del capítulo XVIII de El Príncipe es uno los muchos errores que acompañan a la sentencia maquiavélica por excelencia.

Dicho capítulo XVIII lleva por título “De qué modo los príncipes deben guardar la fe dada”,  es traducido por algunos autores como “De qué modo los príncipes deben cumplir sus promesas”. Aunque se ha utilizado como justificación de que  «el fin justifica los medios» la sentencia como tal no aparece por ningún lugar, salvo en las tergiversaciones y entresacados que mentes calenturientas logran dar vida.

Sin salirme del mencionado capítulo, la realidad sobre tal afirmación es bien distinta. Maquiavelo comienza dicho capítulo XVIII conminando a los gobernantes para que mantengan una actitud digna bajo las premisas juramentadas: « ¡Cuán digno de alabanzas es un príncipe [gobernante en la actualidad] cuando él mantiene la fe que ha jurado, cuando vive de un modo íntegro y no usa de astucia en su conducta!»

En otro momento explica que dicho gobernante «Debe tener sumo cuidado en ser circunspecto, para que cuantas palabras salgan de su boca lleven impreso el sello de las cinco virtudes: bondad, buena fe, integridad, humanidad y religión».

Ésta última virtud, la religión, es considerada por Maquiavelo como la virtud que debía impregnar a los gobernantes de su época porque «Entre estas prendas no hay ninguna más necesaria».

Entonces…

 ¿De dónde surge el aforismo «El Fin Justifica los Medios»?

Existen dos versiones sobre el probable origen de la actual expresión, y ninguna pasa por Maquiavelo. La primera se debe a Giovanni Botero, enemigo del filósofo florentino, que desarrolló los planteamientos maquiavélicos como doctrina en su obra Dell Ragion di Stato (De la Razón de Estado) publicada en 1589. Pero tampoco aquí es posible encontrar claramente la supuesta cita pues únicamente se refiere a momentos específicos en los que podría ser considerada su utilización.

La segunda versión, y quizás la más acertada, se encuentra en la expresión «Cum finis est licitus, etiam media sunt licita» (cuando el fin es lícito, también lo son los medios) plasmada por el teólogo jesuita alemán del siglo XVII, Hermann Busenbaum en la obra Medulla Theologiae Moralis (El núcleo de la teología moral) correspondiente a sus ideales casuísticos.

Separada por convulsos siglos históricos, y dentro del actual marco democrático, la sentencia tiene un único objetivo político: Engañar a la población justificando al mismo tiempo  aquellas acciones políticas oscuras diseñadas contra la democracia y la sociedad en su conjunto.

Quienes alardean de la necesidad de imponer que el fin justifica los medios utilizados tan solo buscan alcanzar los beneficios personales deseados por los gobernantes y por quienes se jactan de su necesidad. La ciudadanía en general, como es habitual, queda al margen de los fines, los medios y, principalmente, de los beneficios.

La filosofía política razona que la verdad efectiva es más importante que cualquier ideal abstracto. Es muy común considerar a Nicolás de Maquiavelo como el padre de la Ciencia Política Moderna, sin embargo, la actual politología, con su teoría y práctica populista de la política sólo busca engañar, más que convencer, a los ciudadanos. De hecho, poco o nada tiene que ver la actuación populista actual con los planteamientos y las crudas reseñas de la realidad política y social que denunció Maquiavelo.

Las tácticas utilizadas mediante el lenguaje enrevesado y grandilocuente por los populistas avezados en el engaño, o cambio de opinión sanchista, tienen como fin el logro de sus deseos personales. Las necesidades de la población, repito, quedan al margen o son literalmente ignoradas.

La justificación de las actuaciones y decisiones poco éticas, controvertidas y, en ocasiones, ilegales, determinan que El Fin No Debe Justificar los Medios. Al menos no deben hacerlo cuando, según Busenbaum, los medios y/o los fines no son lícitos.

Tampoco debe tenerse en cuenta la sentencia cuando se desea implantar contra la legalidad establecida, la verdad, las promesas, la bondad, la buena fe, la integridad, la humanidad y, ¿por qué no?, las religiones de los ciudadanos, como abogaba Maquiavelo.

(Versión ampliada y corregida).

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