DE TODO MENOS UNIDAD EN LA FIESTA NACIONAL

12 de octubre, Fiesta Nacional de España 2021

Hace seis siglos, Cristóbal Colón escribió: «Siguiendo la luz del sol, dejamos el Viejo Mundo». Lo que no pudo adivinar el descubridor de América fue que la España de ese viejo mundo, siguiendo su estela, uniría ambos continentes en una hermandad social que permanece viva en nuestros días. Y todo ello, a pesar de las falacias argumentadas y del sistemático borrado de todo recuerdo que tenga que ver con los logros alcanzados por la Madre Patria, España.

Aquel hito histórico representado por la llegada el 12 de octubre de 1492 a tierras americanas puede que no sea el mayor, ni el más importante, de los realizados por España a lo largo de su historia. Esta es una cuestión muy subjetiva. Pero, como se menciona en la exposición de motivos de la Ley 18/1987, de 7 de octubre, por la que se declara «Fiesta Nacional de España, a todos los efectos, el día 12 de octubre […] simboliza la efemérides histórica en la que España, a punto de concluir un proceso de construcción del Estado a partir de nuestra pluralidad cultural y política, y la integración de los reinos de España en una misma monarquía, inicia un período de proyección lingüística y cultural más allá de los límites europeos».

Hace pocas fechas, el escritor Arturo Pérez Reverte, manifestó que «Cuando alguien camina al futuro sin la luz del pasado, camina a oscuras». Sabias palabras que son ignoradas sistemáticamente en esta España quebrantada.

En los últimos años, “políticos de medio pelo”, bolivarianos, socialistas y comunistas de diseño a conveniencia personal, en ambos lados del “charco”, y que nada tienen que ofrecer a los ciudadanos, gastan ingentes recursos públicos para convencer a los ciudadanos que, ese memorable 12 de octubre, significó el comienzo de un inexistente genocidio. En una renovación de la Leyenda Negra Española, que alimenta el odio y la descalificación contra todo lo que representó y “debería” representar España y el mundo hispano a nivel internacional.

El objetivo final de todos ellos está bien definido. Aunque no sea el único, acabar con la unidad de España, mediante su ruptura geográfica, política y social, permitirá eliminar de paso la fuerza moral que representa para la mayoría de la población hispana del continente americano. Paso imprescindible para la implantación definitiva de ese totalitarismo mundialista que representa la Agenda 2030, ahora ampliada al 2050, gracias a la creación de una infinidad de “mini estados” sumisos y maniatados a los deseos de grupos económicos globalistas.

Que el presidente Sánchez, continúa fielmente los pasos de su predecesor de partido, José Luis Rodríguez Zapatero en la Moncloa no es ninguna novedad. La eliminación de España como unidad territorial, fusionada a los descalabros económicos y subida masiva de impuestos, fueron y son, las herramientas utilizadas por el PSOE más comunista de la historia, en connivencia con Podemos y todos los partidos separatistas y secesionistas, incluido quienes abogan por la violencia y el asesinato como medida de presión política y social.

No es de extrañar pues que, por cuarto año consecutivo, Pedro Sánchez haya sido abucheado y silbado a conciencia durante los recuperados actos oficiales de la Fiesta Nacional, en la Avenida de la Castellana en Madrid. Rompiendo el protocolo, como suele ser habitual en él, nuestro presidente del gobierno nacional permaneció “escondido” en una calle lateral de la Castellana obligando a la comitiva real a ralentizar al máximo su entrada por el recorrido oficial ante los aplausos y vítores del público asistente a los actos oficiales hacia el Rey Felipe VI y su familia.

Sin ser anunciado previamente por megafonía, Sánchez, se unió al séquito segundos antes que el Rey comenzara a saludar a la ministra de Defensa, Margarita Robles, a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, al alcalde de la capital, José Luis Martínez Almeida, al JEMAD, almirante general Teodoro López Calderón y al resto de miembros del gobierno y de las comunidades autónomas.

Acto de cobardía infantil que de bien poco le sirvió para mitigar o eliminar las críticas públicas a su nefasta gestión gubernativa. Los abucheos y silbidos rápidamente se unieron a los gritos, que rallaban el insulto. Las denuncias de «okupa», «parásito», o de «paleto», se mezclaban con los gritos de «¡fuera, fuera!». Y por encima de todos ellos, los vítores hacia el Rey, arreciaban a cada paso del monarca.

Suele decirse que este tipo de críticas “les va con el cargo”. Tal vez sea verdad. Pero indudablemente, como defendía Pablo Iglesias antes de que le tocara a él recibirlas, «son muestras de jarabe democrático», que demuestran el estado de ánimo de una población muy decepcionada con la deriva separatista y totalitaria que ha decidido tomar Pedro Sánchez para mantenerse bien agarrado a su querido “colchón” de la Moncloa.

La celebración del día de la Fiesta Nacional en cualquier país, y mucho más en los autodenominados “civilizados” supone un día festivo lleno de actividades oficiales, oficiosas, culturales y sociales. En todas ellas, autoridades, políticos y la sociedad civil se hermanan para conmemorar el Día Grande que representa para los ciudadanos. En estos días, poco importan las diferencias sociales y políticas. Se busca simbolizar la UNIDAD de la Nación con todo lo que ello representa.

En España ¡NO!

En nuestro país la degradación, el odio, la separación y la confrontación se han impuesto a todo lo expresado anteriormente sobre lo que representa la Fiesta Nacional de España para los ciudadanos de cualquier país. Empezando por Pedro Sánchez y su semblante desencajado durante los actos oficiales en evidente signo de desgana, hasta los representantes autonómicos que buscan mil y una excusa para no asistir en representación de los ciudadanos que les han votado, todo son signos inconfundibles de la ruptura social y política existente en España. De la falsedad, el engaño y la traición que es la tónica habitual en este país de la mentira.

Resulta hilarante e hiriente que debamos trasladarnos al continente americano para escuchar una defensa vehemente de lo que significó y debería significar el 12 de octubre como origen de lo que hoy día conocemos por “Hispanidad”. El Senador por el Cabildo Abierto de Uruguay, Guillermo Doménecch, con motivo de esta celebración histórica, pronunció un discurso que sería inaudito e imposible de escuchar a ningún político, con cargo o no, de nuestro país.

El senador Doménech no tuvo reparos en denominar a la realeza española como «esos Grandes Reyes». Pero más sorprendente fue escuchar como defendía a ultranza que «Soy orgullosamente hispano» ante los asistentes en la Cámara Alta de su país. Y fue mucho más allá de lo concebible en España al afirmar que, “los hispanos”, «Fuimos parte de ese enorme imperio [… del que], a veces se habla con un sentido despreciativo de la hispanidad. Y fuimos grandes. Y fuimos unidos porque Carlos I, en 1919, emitió una cédula de “unidad eterna” de Hispanoamérica que se opone a la división del reino. A esa España, que es nuestra España, yo le rindo hoy homenaje».

A solicitud de la presidenta del Senado y de su autor, y por unanimidad, se aprobó remitir el discurso a todas las embajadas españolas para que fuera conocido por todos los organismos culturales y por la población. ¿Por qué no ha sido hecho público por nuestro gobierno? La respuesta resulta tan obvia como innecesaria su explicación. Resulta evidente que, en esta España de “traidores a la nación”, las palabras del poeta y dramaturgo español, perteneciente a la Generación del 27, Federico García Lorca, «El español que no ha estado en América, no sabe qué es España», son más realistas y actuales que nunca.

(Artículo publicado previamente en El Día Digital)

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